El barrio es luminoso y bello por el día, al ofrecer bajo sus perspectivas maravillosas los resplandores del sol que quiere meterse en las estrechas calles y solo consigue entrar el festón violeta de las sombras de los aleros.
Pero al cerrar la noche, tras lo voz metálica bronca y severa que dejan caer sobre los tejados las campanas de la Giralda altiva; cuando se hace la paz en el silencio y allá en la criba del cielo estrellado se cierne la plata en ráfagas de luna, entonces es cuando entrega todo su encanto a la sensibilidad de los espíritus.
Es en la noche el momento mejor para evocar el pasado cuyo secreto guardan estos rincones y estos bardales floridos; porque todo el espacio es para el aire sin rumores irreverentes, pero con perfumes de flores y tradición que, al mezclarse, explican el prodigio azul del cielo milagroso de Sevilla.
José Andrés Vázquez, "Sevilla en Flor"
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